La fabricación de herramientas, útiles y mecanismos ha sido siempre una señal de evolución, desarrollo y capacidad de mejora de las civilizaciones. Nos podemos remontar a la prehistoria,  en la que se fabricaban herramientas de la manera más rudimentaria. O al siglo pasado, donde ya se poseía una técnica muy depurada en todos los procesos industriales. No obstante, la necesidad de fabricar siempre ha estado presente en la historia de la humanidad. El resultado final ha ido variando a lo largo de los años, creciendo la calidad del acabado, pero el proceso siempre ha comenzado de la misma manera: eligiendo una materia prima sobre la que trabajar hasta conseguir la forma deseada. Para hacer un martillo siempre se ha partido de una mena de hierro que se ha manipulado hasta conseguir la forma y calidad del producto deseada.

Las técnicas han ido evolucionando y han ido apareciendo nuevas, pero… ¿ha cambiado? Definitivamente, sí. La impresión 3D ha supuesto una revolución en la fabricación de igual  manera que la hubo en el dibujo técnico con la introducción de AutoCAD en las oficinas técnicas o posteriormente los softwares CAD.

La impresión 3D ha conllevado una modificación en la manera de gestionar un proyecto desde su concepción inicial. Por ejemplo, la elección de las herramientas. Cuando estás diseñando una pieza siempre estás pensando en las herramientas que tienes en taller con tal de evitar sobrecostes en los prototipos y recortar tiempos de entrega;  o en las que te puede suministrar tu partner de mecanizado para la fabricación, que necesitas que sean duraderas, robustas y permitan un acabado muy fino. En la mayoría de los casos, el prototipo mecanizado se aproxima mucho a la pieza que se fabricará (pero no siempre consigues prototipar una pieza fiel a la fabricada). Aditivar supone evitar estas premisas pues solo dependes del material de aportación. Ya sea PLA, ABS o cualquier otra resina, siempre conseguirás la geometría pues se construye copiando el archivo CAD.

Entonces, aditivación solo y nos olvidamos de la fresadora, ¿no? Este pensamiento es muy generalizado pero hay que tener en cuenta más variables.

El tiempo de impresión es rápido para piezas pequeñas, pero cuando la pieza tiene un tamaño importante los tiempos se disparan. Por ejemplo, si nuestra pieza es de revolución, la opción de torno nos aportará una solución más rápida (aunque con las necesidades de tener herramientas para poder conseguirla). Si por el contrario la pieza tiene copiados, planos inclinados etc… la programación en máquina será lenta a la par que costosa, por ello la impresión comienza a tener unas ventajas muy significativas.

Bueno, pero aunque sea lenta, eso es ponerla en la máquina y te despreocupas… Sentimos volver a llevar la contraria pero, a pesar de que haya muchos videos en YouTube imprimiendo a Pikachu y sus colegas, la impresión 3D a nivel profesional tiene una serie de parámetros técnicos que pueden hacer fracasar un proyecto.

Dichos parámetros son los siguientes:

·      Material: Cuáles son las solicitaciones, cómo trabaja tu pieza, qué acabado necesitas, etc. Por ejemplo, si hemos de imprimir una maneta de freno para motocicleta funcional, necesitamos un material resistente que nos permita cierta resistencia a la flexión y tenga un acabado fino. Una opción muy a valorar seriamente sería Onyx, un material propiedad de la marca Markforged, el cual reúne todos los requisitos anteriormente indicados. ¿Su problema? Es nuestro siguiente punto.

·      Tecnología: Una vez elegido el material, hay que valorar si la impresora 3D de la que disponemos es capaz de sinterizarlo o se deberá de utilizar proveedores externos que tengan una tecnología compatible. Los fabricantes de esta tecnología están innovando constantemente en materiales y en maquinaria, por lo que mantenerse a la vanguardia de este campo es bastante costoso tanto económicamente como técnicamente. Se debe de estar al día de técnica, avances, formas de trabajo… No obstante, si lo que se desea es realizar una pieza para verificar posición, forma y adaptabilidad, con una impresora 3D de filamento es más que suficiente.

Bueno, pero tengo un fresador que tarda un montón en programar. Con esto iré súper rápido, ya merece la pena… Mucho me temo que no es así. La impresión 3D tiene un problema: dependiendo de cómo orientes la pieza consumirás el material justo o gastarás material como para imprimir dos modelos. La parte más importante es plantear una buena estrategia de impresión. Para ello hay que comprender la funcionalidad del diseño, la zona que va vista y debe ser con acabado superior, etc.

Entonces… ¿vale para algo? Son todo inconvenientes…

Con este artículo pretendemos despertar un pensamiento crítico y así no creer todas las fábulas que se venden de la impresión 3D. No se trata de una técnica súper fácil y que en 20 años habrá sustituido a las fresadoras y los tornos. 

Hay que saber ubicar a la impresión 3D ya que es una tecnología que aún se está desarrollando. Por ello sufrirá cambios y aún tiene mucho recorrido por delante, lo que nos ayudará a mejorar nuestra civilización.

Una vez valorada esta tecnología como un método de fabricación con una complejidad al nivel del mecanizado o la sinterización química de materiales, hay que seleccionar los productos que va dirigido. 

Si la producción es muy pequeña puede ser la tecnología a emplear. Primero, permite ahorrar el molde y esto puede significar la viabilidad del proyecto en muchos casos. Segundo, puede crear un modelo más competitivo a un coste menor. Si el proyecto necesita un plus de velocidad y no nos podemos permitir un “pre-prototipo”, puede ser muy útil una impresión ornamental para verificar medidas (y a posteriori crear el modelo en metal y así verificar mecánicamente). 

Otra vía de utilización es combinándola con la digitalización de modelos vía escáner. Escaneando podemos digitalizar piezas fracturadas que necesitan ser repuestas con mucha urgencia y de la que no existen recambios. Es una solución sencilla y que permite tener una pieza funcional en un tiempo reducido.

En conclusión, la impresión 3D ha supuesto una revolución y gran avance, permitiendo rebajar tiempos y costes si es empleada de forma correcta y eficiente. No obstante, las técnicas de mecanizado tradicionales todavía están vigentes, son necesarias y continúan evolucionando. ¿Cuál es mejor? Saber combinar ambas técnicas, aditivación y mecanizado, y así conseguir unos resultados óptimos.

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